Ornamentación Dolores del Puente II
Descripción de la Obra
Inmaculada Concepción
La concepción inmaculada de la Virgen María fue especialmente defendida en España, hecho que causó grandes disputas teológicas entre los siglos XIV, XV y XVI, siendo los franciscanos los grandes defensores e impulsores de su devoción. Muy posterior a este ardor devocional por la concepción virginal de la santísima Virgen, el papa Pío IX definió el dogma el 8 de diciembre de 1854.
La pequeña escultura de la Virgen María en su Inmaculada Concepción, patrona de España, está dispuesta sobre una nube, con la luna bajo sus pies, con las puntas hacia abajo, y coronada con un aro con doce estrellas, como aparece descrita en el Apocalipsis. Recoge sus manos en el pecho, con gesto delicado sujetando el manto.
La composición es airosa, con un vaporoso modelado del manto. El elegante contrapposto, descansando el cuerpo sobre la pierna izquierda y retrasando la derecha, que reposa suavemente sobre un cúmulo de nubes, aporta majestad a la figura. La cabeza se inclina suavemente hacia su izquierda, mostrando un bello rostro, sereno y armónico de proporciones.
Virgen de la Victoria
La imagen de la Virgen de la Victoria, réplica de la patrona de la ciudad y de la diócesis de Málaga, así declarada en un breve por el papa Pío IX el 12 de diciembre de 1867.
El escultor, a pesar del pequeño tamaño del simulacro, ha realizado un trabajo muy fiel de interpretación de la obra original venerada en la ciudad desde el siglo XV.
Virgen del Carmen
Sobre los orígenes de la devoción, en el Primer Libro de los Reyes, se habla del profeta Elías, de la gran sequía que sufría el país y de los sacrificios ofrecidos en el Monte Carmelo. Fue entonces que Elías prometió a Dios que el rey Ajaab y el pueblo abandonarían al dios Baal para que terminara con la sequía que asolaba a la región. Después de varias veces que el profeta subió, al momento apareció una gran señal:
“Cuando volvió la séptima vez, subía desde el mar una nubecita no más grande que la palma de la mano” (1 Rey 18, 44).
A partir de entonces, el Monte Carmelo –ubicado al oeste del lago Galileo y cuyo nombre significa jardín- se convirtió en un lugar sagrado, hasta donde llegaron a vivir ermitaños que se dedicaban a rezar y que con el paso de los siglos fueron llamados carmelitas.
La efigie representada por el escultor luce el tradicional hábito carmelita compuesto por túnica ceñida a la cintura, escapulario y manto abrochado al cuello; además lleva un discreto velo en la cabeza.
En su mano derecha porta el cetro y el escapulario. Sobre su pecho, sujetado con su mano izquierda, está recostado el niño Jesús, dormido, sujetando un pequeño escapulario con su manita izquierda. La figura está coronada con un aro de doce estrellas y se alza sobre una nube, a modo de escabel, en referencia a la visión descrita por el apóstol san Juan en Apocalipsis.