Madre del Amor Hermoso
Descripción de la Obra
Yo soy la Madre del amor hermoso, nos recuerda hoy Santa María. Lección de amor hermoso, de vida limpia, de un corazón sensible y apasionado, para que para que aprendamos a ser fieles al servicio de la Iglesia. No es un amor cualquiera éste: es el Amor. Aquí no se dan traiciones, ni cálculos, ni olvidos. Un amor hermoso, porque tiene como principio y como fin el Dios tres veces Santo, que es toda la Hermosura y toda la Bodad y toda la Grandeza.
Amigos de Dios, 277.
La imagen de santa María de Saladares, Madre del Amor Hermoso supone la continuidad en el hacer de nuestro autos, de una serie de tallas con tratamientos escultóricos semejantes, a saber, imágenes de la Virgen o santos de talla completa, estofados y policromados.
Ha sido realizada para el oratorio del Colegio Saladares de Almería, en madera de cedro, tallada, policromada y estofada. La peana también está realizada en madera de cedro, barnizado, siendo las cabezas de ángeles fundidas en bronce.
Nuestra escultura, de 150 cm de altura, está sentada sobre un banco de madera, representada en actitud oferente; de movida composición, adelanta su brazo derecho portando en su mano la rosa de Rialp que san Josémaría encontró al cruzar los Pirineos por Andorra el 19 de noviembre de 1937.
Sobre su pierna izquierda reposa el Divino Infante que se muestra también en actitud oferente, más girado que su Madre, tendiendo su mano izquierda hacia el espectador, en un plano lateral. El rostro de la virgen, de gran corrección formal, queda enmarcado por ropajes y gira levemente hacia su derecha buscando la complicidad del contemplador.
La minuciosa labor de estofado, destaca sobremanera en el manto compuesto a base de “casetones” en los que se representa el Sol de Portocarrero, símbolo de Almería, entrelazado con carnosas hojas de acanto cinceladas y entintadas. Cae desde los hombros y está resuelto con grandes planos que favorecen las labores ornamentales. De gran belleza en el estofado son el forro y la túnica compuesta de hojas de acanto de las que nacen ramilletes de flores sobre el tejido de color Jacinto.
Con respecto a la encarnadura, algo más tostada que en anteriores obras del autor, es de gran belleza y riqueza de matices que completan una excelente labor de modelado. Está realizada al óleo con pulimento brillante.
La peana conjuga la sobriedad de la madera barnizada con la elegancia del bronce fundido en las cabezas de los ángeles, que siguen la línea de tratamiento infantil del autor, y sirven de perfecto soporte para la imagen mariana.
En conjunto, la obra supone una nueva aportación a las representaciones de esta advocación tan venerada en la prelatura del Opus Dei.